A tres años de las próximas elecciones presidenciales, la pregunta que empieza a tomar fuerza en los círculos políticos es: ¿tiene Leonel Fernández posibilidades reales de crecer y ganar en 2028?. La respuesta, aunque matizada, apunta a que sí hay espacio, pero condicionado a transformaciones profundas.
En la actualidad, la Fuerza del Pueblo (FP) mantiene un lugar estable como segunda fuerza política electoral, según diversas encuestas. Algunas mediciones, como la de ACD Media (julio 2025), colocan a Fernández con alrededor de 19.8 % de preferencia, detrás de David Collado (PRM) con 25.3 %. Aunque no lidera, se mantiene competitivo.
Este posicionamiento se sostiene por una base electoral sólida, pero limitada: sectores adultos, conservadores, y parte de la clase media tradicional. Sin embargo, esa fidelidad no ha logrado expandirse hacia el voto joven ni hacia los sectores urbanos emergentes, que hoy son decisivos en cualquier contienda.
Uno de los mayores obstáculos que enfrenta la FP es el alto nivel de rechazo hacia Leonel Fernández, que ronda el 27–30 % según varias encuestas. A esto se suma el desgaste natural de su figura tras tres periodos presidenciales y una narrativa que muchos consideran anclada en el pasado.
A pesar de esto, Leonel sigue siendo el líder preferido dentro de su partido, con un respaldo interno que supera el 70 %. Pero en el escenario nacional, otras figuras como su hijo, Omar Fernández, gozan de mayor aceptación fuera del núcleo duro de la FP. Esto plantea un dilema estratégico: insistir con el liderazgo tradicional o abrirse a una renovación generacional que permita conectar con otros públicos.
En cuanto al contexto político, el gobierno del PRM empieza a acumular desgaste, sobre todo en temas como el alto costo de vida, los escándalos por presunta corrupción y la sensación de estancamiento económico.
Si esa tendencia se profundiza, la FP podría beneficiarse, siempre que logre posicionarse como una alternativa viable y renovada, no solo como el “pasado conocido”.
En definitiva, Leonel Fernández y la Fuerza del Pueblo tienen posibilidades de crecer, pero no garantizadas. Para aspirar al poder en 2028, deberán reducir el rechazo, sumar nuevos votantes, modernizar su discurso y abrir el juego político a liderazgos emergentes. Si no lo hacen, quedarán atrapados en el mismo lugar: relevantes, pero insuficientes para gobernar.