La tragedia de San Cristóbal aún estremece, los peores ecos de la explosión son los que no se escuchan; las decenas de muertos, desaparecidos; cientos de familias rotas, huérfanos; vidas y sueños truncados absurdamente. Hay tantas preguntas que hacer, tantas investigaciones por realizar, que no sabemos por dónde empezar.
Hace bien el gobierno en ir por todas y asignar funciones y responsabilidades, aun sea sobre la marcha, pues no nos llamemos a engaños, nadie tenía un plan maestro para enfrentar el desastre. Y así como el gobierno no debe destacar su “mano amiga” o “solidaria” -pues su accionar no debe ser visto como dá-diva o favor, sino como deber y obligación-, así la oposición debe entender que no hay forma de que el gobierno actúe sino es actuando en el terreno, dejándose ver y sentir.
Es de ilusos no pensar que algunas acciones serán politizadas; con elecciones a la vista, todas las ejecuto-rias serán decodificadas en clave electoral, tanto de un lado como de otro.
¿Está el gobierno en campaña cuando ejerce sus funciones?, ¿se politizan las ayudas cuando se entregan a quienes las necesitan? Desde de David (1979), George (1998), Olga y Noel (2007) y COVID (2020) -por sólo citar algunos casos-, la respuesta del gobierno frente a desastres naturales o humanos da lugar a cuestionamientos por parte de la oposición de turno y la sociedad organizada, y es necesario que sea así, porque de recursos públicos se trata.
Ahora las redes complejizan todo y en el carnaval de “visualizaciones” y “me gusta”, pocos se quieren quedar fuera. Es penoso ver cuando la solidaridad se confunde con la publicidad; cuando la empatía se viste de mercancía; cuando detrás de cada imagen o video hay un guion estructurado.
La campaña no da tregua; hay que ir, estar, ver y hacerse ver; un carnaval grotesco de exposición que trivializa la tragedia y la convierte en botín electoral.
El gobierno que mida bien sus pasos y se atenga a los mandatos institucionales; la oposición que entien-da que en cada circunstancia el gobierno es el que gobierna, y que más que competir o descalificar, debe-ría también fiscalizar, denunciar abusos y hacer propuestas reales y posibles.
Todo es fácil decirlo, difícil es hacerlo… Ahí radica el desafío para todos, porque a veces, por un “me gus-ta” no sólo perdemos el sentido común, sino también, nuestra humanidad.